LA LEY GENERAL Y LA LEY DE EXCEPCIÓN; GNOSIS I, BORIS MOURAVIEFF

Para comprender mejor cómo y por que esos dos objetivos están ligados, tomemos un ejemplo. La posición del hombre en el Universo es análoga a la de una célula en el cuerpo humano . Cada célula forma parte de un órgano que a su vez, como elemento de un grupo de órganos, asegura la buena marcha de tal o cual función del organismo. Examinemos, desde este punto de vista, la suerte de una célula de nuestro cuerpo. Esta sometida a dos categoría de leyes, o para simplificar, digamos que se encuentra colocada bajo la influencia de dos leyes.
La primera retiene a la célula en su lugar. Se la llama en la ciencia esotérica,
Ley General. La segunda, que deja a la célula una cierta libertad de acción, se denomina Ley de Excepción. La primera ley, conservadora, vigila que el órganos del cual la célula forma parte, funcione sin trabas. Para esto, la primera condición es que las células que lo componen cumplan durante toda su vida, el rol que les fue asignado. Esta ley obliga entonces a las células a permanecer en sus lugares respectivos, a cumplir allí su trabajo y consagrarle su propia vida.

Es evidente que si esta ley no retuviese las células del cuerpo dentro de los límites de cada órgano, si no las obligase a contribuir a su funcionamiento, el órgano no podría existir. De modo que esta ley es benéfica; al asegurar la existencia de los órganos, permite al cuerpo durar como conjunto. Sabemos sin embargo que la extirpación total de ciertos órganos del cuerpo humano es compatible con la supervivencia. En el estado actual de nuestros conocimientos, pareciera que en algunos casos tal extirpación no ocasiona al organismo mayores inconvenientes desde el punto de vista funcional. Con más razón, el organismo tolera seccionamientos parciales de órganos sin que se vea com­prometido el rol jugado por este en la economía general. Esto muestra que la desaparición de algunas células de un órgano del cual representan una parte ínfima, pasa desapercibida; en efecto, la función no es afectada. Y como el rol esencial de la Ley General es velar por la continuidad de la función, esta desaparición se le escapa. No le pone mayores trabas. Simbólicamente se podría decir que las células que han escapado a esta ley, han entrado ahora en el dominio de la Ley de Excepción. Esta evasión de algunas células es un fenómeno que se produce constantemente. De la célula epidérmica a la célula nerviosa, nuestras células se renuevan constantemente, pero al lado de esta renovación, por dentro, existen desapariciones, compensadas o no por nuevas unidades.

Hasta aquí, la analogía con la suerte del hombre y a la Ley de Excepción puede considerarse como completa.

Pero la analogía se detiene aquí, al menos en el estado actual de nuestros conocimientos. En efecto, en ese movimiento de la vida, de las migraciones y de las muertes celulares, nada nos permite pensar que el pasaje de la Ley General a la Ley de Excepción resulta para las células de un acto consciente.

En cuanto al hombre, la cuestión es totalmente diferente.

El hombre, célula de la humanidad, forma parte de la vida orgánica sobre la Tierra. Esta vida en su conjunto representa un órgano muy sensible de nuestro planeta, que juega un rol importante en la economía del sistema solar. En tanto célula de este órgano, el hombre se encuentra bajo el imperio de la Ley General, que lo retiene en su lugar. Es verdad que esta ley le deja un cierto margen, una especie de tolerancia que le permite algunos movimientos libres, dentro de los límites que ella fija. En el interior de estos límites, objetivamente muy restringidos, pero que subjetivamente parecen vastos, el hombre puede dar libre curso a sus fantasías y a sus ambiciones. Sin ir demasiado lejos en la definición de los límites ni en la descripción detallada de los componentes de esta Ley General, podemos decir, por ejemplo, que el hambre, la servidumbre del trabajo para asegurar nuestra subsistencia, es uno de sus factores. La cadena: instinto sexual, reproducción, afán de los padres por sus hijos, es otro. La máxima esotérica que se aplica a este aspecto de la vida está concebida así: el amor carnal es necesario para el bien general. Finalmente, el miedo y sus corolarios constituyen el tercer grupo de factores en cuestión. En síntesis, el margen admitido para los movimientos libres tolerados por la Ley General, tiene como límite lo que puede describirse con un término sin duda poco científico pero muy gráfico: la felicidad burguesa. Carrera, en no importa qué rama de la actividad humana, fortuna, familia, amores, honores, etcétera. Pero todo esto con la condición sine qua non de una aceptación, aunque más no sea subcons­ciente, pero sin reservas del carácter inevitable de la Muerte.

En tanto el hombre acepte sin lucha el principio de la aniquilación final de su Personalidad, puede actuar en la vida sin atraer sobre sí la presión incremen­tada por la Ley General.

Ocurre algo totalmente distinto si emprende la lucha con miras a franquear los límites que ella impone. Choca entonces con una acción centrada sobre él de esta Ley y sus derivados. Actúa simultáneamente en varios planos: físico, psíquico y moral. Su acción sobre el plano moral fue concebida por el hombre, desde tiempos inmemoriales, bajo la forma de un personaje el Diablo.

En la Tradición ortodoxa, la demonología ocupa un lugar destacado. Allí se encuentran constataciones prácticas, observaciones refinadas y profundas sobre las formas sutiles e insidiosas que la acción del Diablo toma en las más diferentes circunstancias, ya que llega a utilizar para sus fines hasta la buena fe de los humanos.

Se encuentran allí preciosos consejos basados en la experiencia acumulada a través de milenios y de particular utilidad para los estudiantes de la ciencia esotérica. Porque una vez obtenidos los primeros resultados positivos, inde­fectiblemente se encontrarán expuestos a la oposición activa de la ley y al juego del Maligno.

Es necesario darse cuenta que al colocarse bajo la égida de la Ley de Excepción, el hombre se dirige al encuentro de la Ley General, que él está incluso llamado a reinvertir a escala individual, bien entendido. No debe olvidarse, so pena de un "ataque por sorpresa»— que la salvación depende de la victoria sobre el Diablo, forma personalizada, ya lo hemos dicho del aspecto moral de la Ley General. Y esto es así, aunque esa ley en tanto ley cósmica sea naturalmente una ley divina. No es necesario amedrentarse, porque la Ley de Excepción es también una ley divina: eligiéndola, el hombre sirve también el interés del conjunto, de otro modo, pero en forma incomparablemente más eficaz. En su lucha contra la primera ley, está sometido a pruebas que, a menudo, toman la forma de tentaciones. Estudios profundos se han consagrado a ese tema en la doctrina ortodoxa. Como se dijo antes, contienen consejos preciosos de orden práctico en cuyos detalles el cuadro de la presente obra no nos permite entrar. Que se nos permita, sin embargo, llamar la atención sobre la forma indirecta de la acción diabólica. Si al marchar directamente hacia la meta, que es la liberación y la salvación, el hombre transpone sucesivamente los obstáculos, y por ello da pruebas de una fuerza que le permite desafiar el dominio de la Ley General, esta misma ley comienza a actuar sobre él indirectamente, en general por intermedio de sus allegados; cuando ellos no siguen la misma ruta. Esta acción, está insertada en el plano moral, toma a menudo formas emotivas, apelando a sus sentimientos nobles, generosos, desinteresados, a su caridad, a sus obliga­ciones, a su piedad. Busca conducirlo hacia un camino sin salida, insinuándole así que él retorna a su deber, que de esta forma continúa andando por el camino recto, etcétera. Esto aclara el sentido profundo de las palabras de Jesús cuando dice que el hombre tiene por enemigos las gentes de su casa.

Repitámoslo, porque es importante: el trabajo esotérico, por su naturaleza, es un trabajo revolucionario. El buscador aspira a cambiar de status, a vencer la Muerte y alcanzar la Salvación. Tal es el objetivo dado a este trabajo por el Evangelio y los Apóstoles. Como lo dice San Pablo: Si vivís según la carne, moriréis.' Pero, por otra parte, no olvidemos que ha dicho: No moriremos todos, sino que todos seremos transformados.'

El hombre que vive pasivamente —incluso siendo un excelente ciuda­dano— bajo la égida de la primera ley, insensiblemente, sin percibirlo, se introduce en el camino espacioso que conduce a la perdición; aquél que elige la Ley de Excepción toma el camino estrecho que conduce a la Vida.'