CUENTO ESOTÉRICO I

Veo un edificio, mole enorme. En el muro frontal una estrecha puerta, abiertas las hojas; detrás, vapores sombríos. Frente al elevado umbral, una jovencita... Una linda joven rusa. Un aliento surge de esos vapores opacos y glaciales, trayendo de las profundidades del edificio, dentro de una corriente de aire glacial, el sonido de una voz sorda y pausada.

-Oh tú, que aspiras a franquear este umbral, sabes lo que te espera?

-Lo sé, responde la jovencita

-¿Estás dispuesta a ser rechazada por todos? ¿Estás dispuesta a la completa soledad?

-Estoy preparada para ello. Lo sé. Soportaré todos los sufrimientos y todos los golpes.

-¿Aunque no vengan de los enemigos sino de los parientes y amigos?


-Sí... aún de ellos.

-Bien. ¿Aceptas el sacrificio?

-Sí

-¿El sacrificio anónimo? Perecerás y nadie... nadie sabrá mismo que memoria honrar.

-No tengo porqué tener reconocimiento ni piedad. Ni porqué tener un nombre.

-¿Estás preparada para el crimen?

La jovencita baja la cabeza.

-También para el crimen.

La voz que la interroga no continúa inmediatamente. Finalmente recomienza:

- ¿Sabes que un día podrías no creer más en lo que crees ahora y llegar a pensar que te has engañado y que fue por nada que perdiste tu joven vida?

-Eso también lo sé. Aún sabiéndolo, quiero entrar.

La jovencita atraviesa el umbral, cae una pesada cortina.

Rechinando los dientes, alguien profiere detrás de ella:

-¡Una tonta!

A lo que responde una voz, llegada de alguna parte:

-¡Una santa!


J. S. Tourgueneff. Poemas en prosa. 1931. Este poema fue censurado y prohibido en la época.